Los baños unisex no ofrecen un refugio para chismear
- T+
- T-
Lucy Kellaway
Tradicionalmente visitar el baño en el trabajo ha sido una actividad segregada. En los viejos tiempos, los directores se aliviaban en lugares diferentes y más lujosos que la tropa.
Después, cuando las jerarquías pasaron de moda, el baño ejecutivo fue abolido en nombre de la igualdad y los jefes ejecutivos orinaban hombro a hombro con los menos importantes de la oficina.
Sin embargo, la segregación de hombres y mujeres en los baños del trabajo ha perdurado. En las casas particulares, en los aviones y en los trenes los hombres y las mujeres utilizan el mismo servicio felizmente, pero en el trabajo todavía no.
La segregación se ve amenazada por el nacimiento del inodoro neutro. Esta vez no tiene nada que ver con la igualdad de hombres y mujeres. Se debe a que si un empleado es transexual, no está claro a qué baño debe ir.
En California se aprobó una ley este mes que insiste que los baños de un solo inodoro tienen que ser neutros. Starbucks se ha apresurado en presentarlos, mientras que las librerías Barnes & Noble están animando a las personas a usar el baño que prefieran. Hace unos días en el festival anual de autofelicitación de Salesforce en San Francisco, había baños neutros. Más que eso, cada uno de los 150.000 participantes recibió una simpática insignia en la que podían pegar una etiqueta con su pronombre preferido: él, ella, ellos o pregúntame.
Esto, sospecho yo, es una importante noticia. Donde Salesforce va, los demás siguen.
¿Pero son una buena idea los baños neutros en el trabajo? Seguramente tiene sentido insistir en que todo el mundo orine en el mismo lugar. En promedio nos levantamos para ir al baño tres o cuatro veces al día, pero en vez de ser una oportunidad para las conexiones más amplias y fortuitas, nos limitamos arbitrariamente a sólo una tajada de la fuerza laboral.
Acabo de hacer una encuesta de opiniones en mi oficina y descubrí que la gran brecha es menos por sexo que por edad. Todos los millennials se encogieron de hombros y dijeron que baños neutros en la oficina les parecían bien. Lucían tan despreocupados que me sentí avergonzada de haberles hecho tal pregunta.
Pero los empleados mayores no sentían tanto entusiasmo. En general los hombres dijeron que no les gustaba la idea, pero no podían decir por qué. Las mujeres fueron más abiertas. Dijeron cosas como que los baños de los hombres olían mal. No querían maquillarse en frente de colegas masculinos. El baño de las mujeres era el lugar perfecto para llorar. O para chismear. O era un refugio muy necesario.
Sin embargo, ninguno de estos cinco reparos es concluyente. Todos los baños apestan si no se limpian con suficiente frecuencia, así que la respuesta es más aplicación de desinfectante.
En cuanto al maquillaje, yo me pongo el mío con tan poco profesionalismo que no me gusta que nadie me mire. Si me dan a escoger, prefiero batallar con rímel grumoso en la presencia de un hombre inconsciente que en la presencia de una mujer que pudiera ver el desastre que estoy haciendo.
Un razonamiento similar se aplica al llanto. Es cierto que las mujeres lloran más que los hombres, y ya que llorar en el escritorio no es aceptable, nuestra tendencia es hacerlo en el baño. Pero en las pocas veces que he llorado en el trabajo, mi principal objetivo era no ser observada. Posiblemente los hombres son menos propensos a notarlo y a hacer comentarios, así que tenerlos junto a ti lavándose las manos mientras te secas los ojos enrojecidos quizás no sea tan malo.
También es cierto que se chismea más en el baño de las mujeres que en el de los hombres, donde entiendo que en general prevalece el silencio. No obstante, el baño es un lugar peligroso para conversar ya que uno no sabe quién está en las casillas.
Como refugio, el baño de la oficina es mucho mejor; ya que hay momentos cuando la privacidad de una puerta cerrada es precisamente lo que se necesita. Pero en esas instancias, no veo que importe mucho si las personas invisibles en las casillas junto a la tuya son hombres o mujeres.
Pero hay otra mejor razón a favor de los baños segregados. Mientras la mitad del mundo tecnológico se reunía en San Francisco, yo estaba en un congreso tecnológico rival en Europa.
Ya que todo el mundo en la industria parece ser hombre, a la hora del café tuve una extraña experiencia. Había una larga fila para el baño de los hombres, y ninguna para el de las mujeres. Mientras me secaba las manos, entablé una interesante conversación con las otras tres que se hallaban allí sobre por qué había tan pocas mujeres en el mundo tecnológico, y se me ocurrió una idea: cuando las mujeres somos una minoría tan pequeña, nuestro propio baño es un beneficio adicional que vale la pena conservar.